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Guía para familias

10. CONSUMO DE PORNOGRAFÍA

Lectura estimada:21 minutos
  • Los teléfonos inteligentes y el acceso a Internet son dos factores que han aumentado la disponibilidad de pornografía para los jóvenes en particular, y para los adultos en general.
  • El acceso a la pornografía entre los jóvenes es a veces involuntario, pero también puede ser voluntario en muchas otras ocasiones. La frecuencia de uso de pornografía es mayor entre las personas LGTBQ+.
  • Una de las razones del acceso voluntario a la pornografía es la búsqueda de información, principalmente entre los jóvenes que no reciben información sobre sexualidad o diversidad sexual por parte de sus padres, o cuando la educación sexual no está incluida en los planes de estudio escolares.
  • Los efectos negativos que el consumo temprano de pornografía puede tener en los jóvenes, especialmente en aquellos sin una educación sexual adecuada, son de gran alcance, afectando a su percepción de las relaciones sexuales, a sus relaciones con otros iguales y a su salud mental, entre otros.
  • La educación sexual por parte de las familias y de los centros educativos se considera esencial para prevenir o mitigar los efectos adversos que puede tener la pornografía.

10.1. INTRODUCCIÓN

Dos acontecimientos han marcado el modo de vida de la humanidad en las últimas décadas. Por un lado, el uso generalizado de Internet a velocidades que permitían una óptima visualización de vídeo en tiempo real (gracias al 4g) y, por otro lado, la invención y difusión entre la población de smartphones, que desde entonces se han convertido en un mediador privilegiado para todo tipo de comunicación, entretenimiento, productividad y otras actividades. Entre este tipo de actividades se encuentra la visualización de pornografía, lo que ha motivado un cambio sin precedentes en este tipo de contenidos. La pornografía se puede definir como una forma de material sexualmente explícito que está destinado principalmente al propósito de la excitación sexual (Paton, 2013).

En este sentido, podríamos diferenciar entre dos tipos de pornografía. La pornografía tradicional se basaba en imágenes impresas o películas, distribuidas principalmente por distribuidores de revistas, vendidas en sex-shops o en tiendas que vendían diversos productos (prensa y vídeo, en particular), o alquiladas en las secciones para adultos de los videoclubes. La dificultad de acceso, así como su coste y la exposición de las personas interesadas, limitaron su impacto en los jóvenes en particular, y en los adultos en general. La pornografía online supera muchas de las limitaciones observadas, introduciendo cambios en cuatro áreas específicas: 1) Mejoras en la calidad de imagen, 2) Asequibilidad, ya que gran parte de ella es gratuita, 3) Variedad, con una oferta casi ilimitada, y 4) Interacción, que va desde la simple visualización de vídeos hasta el contacto con personas a través de portales como Onlyfans.

La forma en línea de la pornografía ha facilitado a los jóvenes y adolescentes el acceso a su contenido, y a edades cada vez más tempranas. Un estudio en jóvenes estadounidenses de 10 a 17 años encontró que el 42% había estado expuesto a pornografía en línea en el año anterior, y que el 34% de los expuestos quería ver dicha pornografía (Wolak, Mitchell y Finkelhor, 2007). Otras investigaciones han obtenido datos similares. En este contexto, las familias se preguntan hasta qué punto el uso temprano de la pornografía puede afectar a sus hijos y cómo pueden tratar con ellos el tema de la mejor forma posible. A nivel estatal, también se ha planteado qué papel han de tener los centros educativos en la educación sexual de los jóvenes, adoptándose medidas diferentes en función del país.

En los colegios de países como Suecia, Bélgica, Austria, los Países Bajos y Estonia, se proporciona educación sexual sobre los aspectos físicos, cognitivos, emocionales, sociales e interactivos de la sexualidad, comenzando en la primera infancia y progresando hasta la adolescencia (Ketting e Ivanova, 2018). En consecuencia, en estas naciones entre el 76% y el 93% de los jóvenes informan que consideran el colegio como una fuente de información sobre sexualidad y solo entre el 0,2% y el 3,4% consideran la pornografía como su principal fuente de información sobre el sexo (Ketting & Ivanova, 2018).

Sin embargo, en Estados Unidos los colegios adoptan un enfoque diferente. En 2020, 39 de los 50 estados de EE.UU. obligaban a impartir educación sexual y sobre el VIH en el colegio, pero solo 17 estados exigían que la educación sexual fuera médicamente precisa, y 19 estados exigían que se enseñase a los jóvenes mensajes represivos, como que la actividad sexual en pareja solo es apropiada dentro del matrimonio (Guttmacher Institute, 2020). Por lo tanto, no es sorprendente que muchos jóvenes estadounidenses busquen información sobre el sexo en fuentes distintas de la escuela, entre ellas la pornografía.

Con respecto a las personas LGTBQ+, investigaciones previas encuentran una mayor frecuencia de consumo de pornografía en ellas en comparación con personas heterosexuales. Se puede suponer estas tasas más altas de consumo más elevadas que se pueden observar entre los adolescentes LGBTQ+ (especialmente entre los niños LGBTQ+) (Luder et al., 2011; Mattebo, Tydén, Häggström-Nordin, Nilsson y Larsson, 2016) presumiblemente se deban a la necesidad de obtener información y a los roles relacionados con la identidad sexual del uso de la pornografía (Arrington-Sanders et al., 2015; Bradford et al., 2019; Vandenbosch y van Oosten, 2018). Esta búsqueda de información, también presente en heterosexuales, parece darse en mayor medida entre los jóvenes LGTBQ+.

10.2. DESARROLLO DEL TEMA

10.2.1. Efectos del uso de pornografía en jóvenes

Los efectos del acceso temprano a la pornografía en los adolescentes son diversos. Por un lado, en varios estudios el uso de pornografía parece estar asociado con un aumento de las prácticas sexuales inseguras y con tener más parejas sexuales (Harkness, Mullan y Blaszczynski, 2015; Morgan, 2011), así como a una mayor probabilidad de sexo sin condón entre los hombres que tienen sexo con hombres (por ejemplo, Schrimshaw, Antebi-Gruszka y Downing, 2016). Sin embargo, en un estudio longitudinal que examinó los efectos del uso de pornografía en los comportamientos sexuales de riesgo (Peter y Valkenburg, 2011), el uso de pornografía no se asoció con los comportamientos sexuales de riesgo de los adolescentes a lo largo del tiempo y la orientación sexual no tuvo un efecto sobre esta asociación.

Por otro lado, reacciones como la disminución de la satisfacción sexual, la tendencia a participar en comportamientos observados en escenas pornográficas -con distorsión de la imagen de las mujeres (Knudsen, Löfgren-Mårtenson, & Månsson, 2007)-, el aumento de los comportamientos de riesgo relacionados con la salud sexual y reproductiva (como no usar condones tanto en relaciones heterosexuales como homosexuales) (por ejemplo, Wingood, DiClemente, Harrington,  Davies y Hook, 2001), mayor probabilidad de cometer agresión sexual, adicción al consumo de material pornográfico (por ejemplo, Wright y Bae, 2016) e incluso vínculos entre la visualización de pornografía y problemas de salud mental (Lim, Carrotte y Hellard, 2015).

También se ha encontrado en al menos cinco estudios longitudinales diferentes que el consumo de pornografía está asociado con un menor rendimiento académico en los hombres (Beyens, Vandenbosch y Eggermont, 2015), una mayor probabilidad de relaciones sexuales tempranas y otros comportamientos sexuales (por ejemplo, Brown y L’Engle, 2009). Aunque los efectos encontrados son compartidos por ambos sexos, la evidencia muestra que los adolescentes varones tienen un mayor contacto con la pornografía, también están expuestos a edades más tempranas que las niñas, ven imágenes más extremas (Sabina, Wolak y Finkelhor, 2008) y tienen más probabilidades de estar involucrados en situaciones de sexting (por ejemplo, Stanley et al., 2016). No hay estudios que utilicen muestras LGTBQ+ que hayan examinado si existen diferencias en estos factores en función de la orientación sexual.

Las necesidades de desarrollo determinadas por los impulsos sexuales, como la excitación sexual, y el inicio de la masturbación, que están directamente influenciados por los andrógenos (Wierckx et al., 2011) pueden ser algunas de las razones que llevan a los niños a un mayor consumo de pornografía. En contraste, las niñas tienden a buscar pornografía en el contexto de las relaciones románticas (Sevcíková y Daneback, 2014) y la curiosidad es la razón más común para buscar pornografía (Wallmyr y Welin, 2006).

10.2.2. Mitos comunes

Ver pornografía a una edad temprana a menudo se asocia con poca experiencia y conocimiento. Como resultado, una serie de mitos de la pornografía pueden afectar las creencias sobre el sexo, las relaciones e incluso las percepciones de la autoimagen.

Los mitos más comunes son los siguientes:

  1. Prácticas sexuales inseguras: nadie usa condones
  2. Imagen corporal: una mujer sexy es delgada y con curvas
  3. Imagen corporal: una buena pareja tiene un pene grande
  4. Tanto hombres como mujeres están listos para tener relaciones sexuales en segundos
  5. Cuanto más dure el sexo, mejor
  6. Solo los genitales se usan para el sexo
  7. Sexo = penetración
  8. No hablar durante las relaciones sexuales
  9. El sexo siempre termina con orgasmo (simultáneo) o con eyaculación masculina

10.2.3. Educación sexual

La educación sexual por parte de los padres y de los centros educativos tiene un efecto positivo sobre las conductas de aquellos jóvenes que ven porno a edades tempranas. Por ejemplo, se ha comprobado que cuando los adolescentes perciben que han tenido una conversación útil con sus padres sobre sexo recientemente, es menos probable que informen de que ven pornografía como una fuente útil de información sobre cómo tener relaciones sexuales. También se ha comprobado que cuando los padres habían tenido una charla sobre sexo en el último año, los adolescentes tenían la mitad de probabilidad de informar que la pornografía era la fuente de información más útil sobre cómo tener sexo. Cuando la charla más reciente de los padres sobre sexo se produjo más de un año antes, el porcentaje de adolescentes que percibía la pornografía como la fuente de información más útil sobre cómo mantener relaciones sexuales se duplicaba (Andrie, Sakou, Tzavela, Richardson, y Tsitsika, 2021).

Algunas familias intentar retrasar el acceso a la pornografía a través de medidas restrictivas como la inclusión de filtros, controles parentales, prohibiciones de acceso o similares en los dispositivos de sus hijos. Sin embargo, este tipo de medidas no se han mostrado eficaces si no van acompañadas de una adecuada información sobre qué es la pornografía. De hecho, en muchas ocasiones, el efecto conseguido de utilizar exclusivamente medidas restrictivas es incluso el contrario, pues los niños/adolescentes acceden a la pornografía a través de los dispositivos de otros niños desprovistos de ese tipo de filtros, o través de los móviles de los propios padres. Por ello, la educación sexual en este sentido es fundamental.

Una perspectiva que actualmente se está promoviendo dentro de la educación sexual se llama alfabetización pornográfica. La alfabetización pornográfica se ha definido como «un marco desde el cual los jóvenes pueden examinar críticamente y dar sentido a las imágenes sexuales que ven» (Hutchings, 2017, p. 292). Se ha demostrado que los jóvenes que adquieren habilidades de alfabetización mediática tienen una mayor capacidad para deconstruir los mensajes de los medios y las intenciones detrás de su presentación que aquellos que no lo hacen (Austin et al., 2006). Existe una clara necesidad de apoyar a los jóvenes para que desarrollen la competencia de distinguir los modelos positivos y negativos relacionados con la salud y las relaciones sexuales, de la pornografía que ven, y la alfabetización pornográfica parece ser útil para equiparlos con suficientes habilidades en este sentido.

– 10.3. SITUACIONES DE DISCRIMINACIÓN RELACIONADAS CON EL TEMA –

  1. Un/a padre/madre se da cuenta de que su hijo/a ha estado viendo pornografía e inmediatamente le censura el visionado y le prohíbe utilizar el móvil durante el resto del día (reacción indeseable). Acción recomendada: hable con su hijo/a y aborde sus intereses y preocupaciones de forma natural. Intente comprender por qué ve pornografía y oriéntelo hacia fuentes fiables. Hable con él/ella sobre si necesita ayuda o información.
  2. Un/a padre/madre le cuenta a otro/a que ha instalado un superfiltro en el móvil de su hijo/a que impide el acceso a la pornografía. El filtro no sólo afecta al acceso a la pornografía, sino también a otras búsquedas menos «sensibles», por lo que su hijo/a tiene que buscar desde los móviles de otros amigos. Este tipo de medidas no son recomendables por sí solas, porque en el caso de que fueran efectivas, probablemente lo único que se conseguiría sería no averiguar dónde está viendo pornografía el menor. Probablemente el progenitor esté obligando a su hijo/a adolescente a realizar prácticas de mayor riesgo: ver pornografía en cibercafés o en ordenadores públicos (centros educativos o culturales), ver pornografía con amigos, obtener otros dispositivos de forma oculta, etc. Actuación recomendada: educar en el uso de la tecnología, no prohibirla si tienen edad para usarla (Colom & Ballester, 2016). También educar en qué es la pornografía y para qué sirve.
  3. Un/a padre/madre transmite a su hijo/a el siguiente mensaje sobre la pornografía: «La pornografía es siempre lo mismo, aburrida. No merece la pena que veas ese tipo de contenido. Si lo haces, te castigaré». Acciones recomendadas: No se dirija a su hijo/a en estos términos si le ve viendo pornografía. Este tipo de declaraciones no son aconsejables porque los adolescentes y los jóvenes suelen tener una experiencia completamente distinta: es muy variada y diversa, muestra prácticas muy diferentes, responde a todas sus demandas y les ofrece muchas posibilidades. Si no se entiende esto, no se entiende cómo un adolescente puede pasarse horas y horas viendo pornografía.

10.4. MEJORES PRÁCTICAS

La solución a que los niños no vean porno no es la prohibición de conectarse a Internet, sino más bien un uso adecuado de cómo conectarse. Por supuesto, asesorados en un proceso de educación sexual y afectiva (Kornblit, y Sustas, 2014). No censurar, sino crear capacidad crítica para entender qué significa la pornografía, tratar el fenómeno de la pornografía desde la perspectiva de la maduración de las relaciones interpersonales. A veces los niños entre siete y once años se atreven a preguntar, pero si los adultos (padres/madres, hermanos mayores, educadores) evitan hablar de sexualidad y ellos no se sienten escuchados, buscarán las respuestas en Internet o en sus iguales, los cuales acabarán recomendándoles que busquen en Internet (Gathem, 2015).

Hay que implicar en este proceso a toda la sociedad, pero especialmente a los servicios de salud, los educativos y principalmente a las familias. Las relaciones intrafamiliares y con los amigos son claves en el desarrollo de los estilos de vida de los adolescentes y el desarrollo social y emocional de los mismos. El estilo parental y el tipo de comunicación en la familia moderan el tipo de consumo e impacto que Internet tiene en los adolescentes. Las relaciones intrafamiliares positivas reducen la posibilidad de comportamientos problemáticos en Internet (e.g., Ispa et al., 2013; Jiménez, & García, 2013; Wisenblit, Priluck & Pirog, 2013).

Hay recursos interesantes en Internet que las familias y los educadores pueden utilizar para averiguar cómo abordar la educación sexual de los niños según su edad. Por ejemplo, recomendamos acceder a https://thepornconversation.org/  (que es un proyecto sin fines de lucro de Erika Lust que ofrece herramientas gratuitas y de fácil acceso para que las familias y los educadores hablen con los jóvenes sobre el sexo, comenzando con el tema de la alfabetización pornográfica), o https://saferinternet.org.uk/online-issue/pornography, (sitio web que proporciona información para padres y educadores sobre temas relacionados con la sexualidad, incluida la pornografía, que puede ayudarlos a hablar con sus hijos / estudiantes sobre estos temas y, en última instancia, ayudarlos a desarrollar actitudes saludables y positivas hacia el sexo, las relaciones y su propio cuerpo). Para las familias también es recomendable acceder al a información y a los recursos recopilados en el proyecto europeo “Let’s talk about Porno” a través de este enlace: https://ipus4family.eduskills.plus/

10.5. REFERENCIAS

Andrie, E. K., Sakou, I. I., Tzavela, E. C., Richardson, C. y Tsitsika, A. K. (2021). La exposición a la pornografía en línea de los adolescentes y su relación con los correlatos sociodemográficos y psicopatológicos: un estudio transversal en seis países europeos. Niños, 8, 925.

Arrington-Sanders, R., Harper, G. W., Morgan, A., Ogunbajo, A., Trent, M. y Fortenberry, J. D. (2015). El papel del material sexualmente explícito en el desarrollo sexual de los adolescentes negros atraídos por el mismo sexo. Los archivos del comportamiento sexual, 44, 597-608.

Austin, E. W., Pinkleton, B. E. y Johnson, J. Q. (2006). Beneficios y costos de Channel One en un entorno de escuela intermedia y el papel de la capacitación en alfabetización mediática. Pediatría, 117, e423–e433. doi:10.1542/peds.2005-0953

Beyens, I., Vandenbosch, L. y Eggermont, S. (2015). La exposición de los adolescentes tempranos a la pornografía en Internet: relaciones con el momento puberal, la búsqueda de sensaciones y el rendimiento académico. J Early Adolesc, 35, 1045–1068.

Bradford, N. J., De Witt, J., Decker, J., Berg, D. R., Spencer, K. G. y Ross, M. W. (2019). Educación sexual y jóvenes transgénero: confianza significa material por y para personas queer y trans. Investigación sobre educación sexual, 19, 84–98.

Brown, J., & L’Engle, K. (2009) X-rated sexual attitudes and behaviors associated with US early adolescents’ exposure to sexually explicit media. Commun Res, 36,129–151.

Brown, J. D, L’Engle, K. L., Pardun, C. J, Guo, G., Kenneavy, K. y Jackson, C. (2006). Los medios sexys importan: La exposición al contenido sexual en música, películas, televisión y revistas predice el comportamiento sexual de los adolescentes blancos y negros. Pediatr, 117, 1018–1027.

Gathem, K. Von Der (2015). Cuéntamelo todo. Barcelona: Takatuka.

Instituto Guttmacher. (2020). Educación sexual y sobre el VIH. Instituto Guttmacher. Consultado el 25 de abril de https://www.guttmacher.org/state-policy/explore/sex-and-hiv-education?gclid=CjwKCAjwv41BRAhEiwAtMDLsjjEJeUPqmKeutsIUjf06DDILUmW2j0hDXgImmlpbw3UZ1mgfe_S7xoCm8cQAvD_BwE

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Ispa, J. M., Csizmadia, A., Rudy, D., Fine, M. A., Krull, J. L., Bradley, R. H. & Cabrera, N. (2013). Patrones de directiva materna por etnia entre los participantes de la investigación de Early Head Start. Crianza de los hijos, 13(1), 58-75.

Jiménez, A. G., De-Ayala-López, M. C. & García, B. C. (2013). Hábitos de uso en Internet y en las redes sociales de los adolescentes españoles. Comunicar, 41(21), 195-204

Ketting, E. e Ivanova, O. (2018). Educación sexual en Europa y Asia Central: estado del arte y desarrollos recientes. Recuperado el 25 de abril de https://www.ippfe n.org/sites/ippfe n/files/2018-05/Comprehensive%20Country%20Report%20on%20CSE%20in%20Europe%20and%20Central%20Asi a_0.pdf

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Schrimshaw, E, W., Antebi-Gruszka, N. y Downing, M. J. (2016). Visualización de los medios sexualmente explícitos basados en Internet como un factor de riesgo para el sexo anal sin condón entre los hombres que tienen sexo con hombres en cuatro ciudades de EE.  PLoS ONE, 11.

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Wolak, J., Mitchell, K. y Finkelhor, D. (2006). Victimización en línea de la juventud: 5 años después. Alexandria, VA: Centro Nacional para Niños Desaparecidos y Explotados.

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